Saturday, July 18, 2009

Fíjate que siempre no

A la hipocóndria de Jaime Bayly

Esta mañana desperté con un sentimiento generalizado de malestar...todo el cuerpo adolorido, el estómago revuelto y un dolor de cabeza fuerte fuerte.
En estas épocas post AH1N1 y después de haber regresado del Cono Sur entré en pánico. Comencé a tomarme la temperatura a eso de las 6 de la mañana cuando me dí cuenta de que estaba mal, mal, mal. 36.7, 37.2, 37.5, definitivamente la temperatura subía y con ello mi malestar.
No sé claramente si estaba pensando por mi misma o si estaba reproduciendo en mi mente las recomendaciones que las campañas de la Secretaría de Salud se encargaron de imprimir en inconsciente colectivo de los que vivimos la crisis de Mayo en el Distrito Federal.

Mi hermano me contactó temprano por el chat de Facebook y me sugirió que fuera al médico si me sentía peor...mi pánico solo creció. Si mi hermano a 10,000 kms de distancia de mi casa pensaba y sentía lo mismo, se confirmaba mi experiencia personal de la pandemia gripal. El carácter global de la influenza acababa de adquirir un papel preponderante en mi vida.
Temblando de fiebre llamé a mi padre y le pedí que me llevara al Hospital Español...queda cerca y tengo seguro de gastos médicos, pensé. Mientras esperaba que llegara con mi madre en su auto limpié un poco la casa y dejé comida extra para el gato. No sabía que iba a pasar, si regresaría o no a la casa esa noche.

Urgencias
Tras el llenado del formato de admisión en la sala de urgencias, me asignaron la cama 3 con todo y cobijita. Mientras me desvestía para ponerme la bata blanca con la apertura para atrás miré fijamente el triste crucifijo por encima de la puerta de mi cuartito. Definitivamente que esa imagen de Cristo no es muy alentadora cuando uno realmente quiere sentirse mejor.
Me acosté en la camita y caigo en un letargo profundo. No me quiero mover, no quiero hablar con nadie, estoy en una suerte de limbo.

Evaluaciones
Entró el primer dueto de médicos, en este caso médicas y me hacen la primera auscultación. Signos vitales, cuéntenos cómo se siente, cuándo comenzaron sus síntomas, le duele aquí, acá, y si le aprieto le duele, desde cuando.
Me rugen las tripas, no he comido nada. Mi mamá está sentada en una sillita al lado mío. Pienso en la pena que me causaría estar enferma y no ser la hija fuerte que siempre he querido ser.
Entran los médicos y nuevamente me preguntan lo mismo, la diferencia es que ahora si traen cubrebocas y me miran de manera seria.
Mientras que me sacan sangre (demasiada digo yo, pero no soy doctora), me pican la nariz con izótopos y me sacan placas del tórax; fantaseo con la posibilidad de estar en este lugar más que un par de horas...no sé qué va a pasar.

Un respiro
Una vez que el jóven otorrino me anuncia que las pruebas de sangre son negativas y que mis mocos no tienen influencia humana, me dan una serie de recomendaciones sobre la diferencia entre un virus y las bacterias, y las maneras de tratar cada uno de ellos. Yo pienso en regresar a casa y dormir un mes para recuperarme de este susto.

Me tomó finalmente un par de horas, cuando regresé a casa, darme cuenta que estaba reaccionando de manera tal vez exagerada pero justificada a la sensación de que nos pueden quitar el tapete de abajo de los pies cuando menos lo pensamos. ¿En qué creencia nos podemos refugiar? ¿Cómo salir de esta y de muchas otras con los nervios intactos? ¿Es la amenaza de enfermedades letales una forma de controlarnos y de infundir miedo en nuestras vidas?
No lo sé, por lo pronto estoy en casa sin AH1N1, tomando fuertes dosis de ibuprofeno.

Salud.

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