Monday, June 1, 2009

Alicia, Mayo 25, 2009

Alicia comienza sus días mirándose al espejo. De hecho es la forma como pasa la mayor parte de su tiempo. Tiene espejos instalados en los lugares más excéntricos. En el techo de su automóvil, en la parte de atrás de la puerta del cubículo de su oficina, en todas las paredes amplias de su casa. Además carga una variedad de ellos en su bolsa de mano, carpeta con documentos, o en el portafolio en el que guarda su computadora.
Alicia mira de reojo sus curvas casi todo el tiempo, lo que ha afectado su concentración y su retentiva. En la oficina en la que trabaja, su jefe le grita y la regaña constantemente. No es posible que lo que le acabe de decir se le olvide al instante. ¿Que llame al señor quién? pregunta la pobre Alicia angustiada. Su jefe la amenaza por enésima ocasión. A ver si llega hasta el viernes en este trabajo.
Los espejos escupen Alicia la confirmación perpetua de su mayor temor. Está gorda. Sus caderas anchas, sus muslos enormes, la celulitis rampante que ella esconde con un sweater negro largo que le llega hasta las rodillas son innegables. Y qué decir de sus pechos, sus brazos o su espalda. Le dan pavor. Teme además que al paso de los años, las carnes flácidas que aprisionan su verdadero cuerpo se cuelguen convirtiéndola en una asquerosa y blanquecina ballena.
La noche llega y con ella el calvario de Alicia. Pesar los chícharos, los granos de arroz, los cuadritos de zanahoria. Beber los 3 litros de agua con saborizante antes de dormir. Subirse a la máquina elíptica casera que aún sigue pagando en pequeños abonos a una tienda de electrodomésticos. Y al final mirarse en el espejo después de dos horas y darse cuenta de que en vez de perder peso, Alicia está más gorda que nunca.
Esa noche la vecina llamó a la puerta. El gato de Alicia, el Mantecas, se saltó a su azotea. Ella no quiere al Mantecas, lo quiere fuera de ahí. La puerta cede ante el peso de los nudillos de la vecina. Entra al departamento y llama a Alicia….Licha, licha, lichita, ¿dónde estás? La luz del baño está encendida y la vecina, camina hacia el baño con decisión, quiere al gato fuera de su azotea ya mismo. En el suelo del baño yace Alicia, inconsciente, sus costillas pelonas suben y bajan a gran velocidad, tiene dificultad para respirar. Sus pómulos hundidos y cabello ralo tienen un color gris mortecino. En el suelo, hay vómito y dentro de él, pastillas para adelgazar.
La vecina está llamando a la ambulancia una vez más. Alicia pesa menos de 45 kilos. Temen que esta vez no despierte.

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