Monday, January 12, 2009

Personalidades múltiples

Sybil no es la princesa de un cuento de hadas. Fue una mujer real, sujeto de una de las mayores controversias en los anales de la psiquiatría. Sybil padeció el síndrome de personalidades múltiples, y se decía que tuvo 16 personalidades, provocadas en diferentes momentos de su vida; todas ellas provocadas por el abuso físico, emocional y sexual de su madre.
Conocimos de su caso en el film clásico de 1976, Sybil, en el que Sally Fields interpretaba a la joven y Joanne Woodward a la Dra. Wilbur, la mujer que siempre creyó en ella y la pudo ayudar tanto como pudo.


Pero porqué hablo de Sybil hoy, bueno, vivir en los ochentas en muchos momentos lo recuerdo como si fuera otra persona, teniendo otra personalidad. Ella se llamó Lucy, la apodaban la Maldita, Lucifer, y otros nombres. Y podía hacer cosas que yo nunca me imaginé que podía hacer.

Lucy en los 80s se cortó el cabello como Madonna, en “Desperately seeking Susan”, con tremendos mechones rubios, haciéndola parecer una gata callejera. Lo llevaba alborotado la mayoría del tiempo, como si la acabara de arrastrar un tornado.
Lucy usaba los pantalones rotos, muy, muy, rotos, en una nalga, en las rodillas, mostrando bajo ese pantalón desacato, desprecio por las instituciones, pero sobre todo odio hacia muchas de las cosas que le obligaban a hacer.
Lucy bailaba en las fiestas como poseída con sus inseparables amigas, Tini y Gaby. Ellas se cansaban rápido, tenían tiempo de ligar, de beber ron añejo con refresco de manzana, o platicar entre ellas sobre música, cine o la próxima fiesta.
Pero más que otra cosa, Lucy era intensamente ella.

Ninguna de las cosas que Lucy hizo parecen ser específicamente propias de los ochentas; lo que es interesante es la intensidad con la que las hacía; la vida le dependía de ello; una coreografía -obviamente Vogue de Madonna-; un peinado que perturbaba a su abuela, inquietando a su madre; un amor de esos que destrozaban el alma, y que nunca era correspondido; un poema bucólico de esos en los que uno dice que no lo entienden, que nadie lo quiere.

Sybil me recordó a Lucy, y la fuerza con la que hacía todo lo que se le antojaba. Me recordó el amor y el dolor, me recordó la fuerza con la que construyó su identidad y la pauta que marcó en su entorno, frente a sus amigas, con su banda, con el mundo; como si hubiera sido otra persona la que actuaba y pensaba, conquistaba la tierra indómita de los 80s en México.

Una era en la que el deseo se soslayaba cantando, el dolor en un bar antes de las 2:00 am, el miedo con una palmada en la cabeza de parte de mamá y la angustia con un viaje a algún tianguis en el que se podía comprar pulseras de caucho -goomies- decenas de ellas, todas en la mano derecha.

Consejo ochentero del día
#2 Nunca pienses que convirtiéndote en otra persona lograrás dejar de ser la persona que siempre has sido. Puede que pierdas el tiempo...

Te dejo esta joya


Love, LSD

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